NATIVIDAD NAVALÓN “ESTE CAMINO LO ESTAMOS RECORRIENDO SÓLAS”

NATIVIDAD NAVALÓN “ESTE CAMINO LO ESTAMOS RECORRIENDO SÓLAS”

Por: Joan J. Soler Navarro (1)

Con el documental NATIVIDAD NAVALÓN «ESTE CAMINO LO ESTAMOS RECORRIENDO SÓLAS» te invitamos a adentrarnos en los códigos y lecturas del arte conceptual y lo hacemos con Natividad Navalón (Valencia, 1961), una artista interdisciplinar española destacada por su aportación al arte conceptual contemporáneo en el ámbito de la instalación, de la escultura y de la fotografía.

Buena parte de la creación artística contemporánea tiene tras de sí una idea, un concepto o una reflexión que permite al artista hacer la propuesta creativa, independientemente de que haya un tipo de arte dentro de las vanguardias, denominado arte conceptual. En ese sentido, un artista conceptual, es un artista de concepto, artista investigador. Si en los años 60 el artista conceptual se cuestionaba el arte en sí, en la actualidad se cuestiona el contexto, la realidad en la que se desenvuelve, que le rodea y en la que se posiciona a través de su discurso y su lenguaje.

Al artista no solo le interesa presentar un objeto, sino una pregunta, una cuestión, hacer reflexionar al espectador, por tanto establecer un diálogo más allá de lo visual. Es cierto, que al final el espectador sigue contemplando la obra que le propone el artista. Pero la intención última sería plantear una pregunta, más que un resultado. Plantear una reflexión, un discurso a través de un medio de expresión como es el arte.

El objeto como obra de arte es en cuanto que existe una intencionalidad del artista. Es el artista el que crea la condición del objeto como obra de arte. “Porque en realidad el objeto es el material de trabajo para la realización de una obra de arte, como lo es la piedra, el hierro, la madera, etc. y posteriormente, son material de trabajo, además, las ideas” según Natividad Navalón.

Duchamp pone una rueda de bicicleta sobre una banqueta. Dan Flavin, coge tubos de neón y construye piezas. Kounellis crea una instalación con un caballo, un perchero y un sombrero. Beuys delimita con rollos de fieltro un recinto en el que mete un piano. Lo que importa no es quién construye el perchero, quién fabrica los tubos de neón, quién hace el piano, lo que importa es plantear una cuestión por medio de la instalación, la puesta en escena, la presentación de los elementos en un espacio capaz de hacer ver, hacer sentir, hacer pensar al espectador.

Para Natividad Navalón  “Lo importante es hacerle consciente el discurso, hacerlo reflexionar, hacerle cuestionar incluso sus propias creencias, aportarle nuevas visiones, nuevos enfoques sobre una temática. Eso, a mi modo de ver, es mucho más importante que el propio virtuosismo de ejecución o construcción de los objetos, más que la fiel representación de los mismos, o mucho más que lo que supone el reconocimiento de lo representado”.

Natividad Navalón compagina la creación con la docencia como Catedrática de Proyectos en la Universitat Politècnica de València. Su obra se encuentra dentro de las narrativas relativas a la mujer. Plantea cuestiones sobre el proceso de la identidad femenina, pero sobre todo la visibilidad de un legado no escrito que se transmite de madres a hijas. En su trabajo destaca el compromiso de recuperación de un espacio que siempre estuvo negado a la mujer.

Es una  artista visual, y su enfoque conceptual empieza en el momento que toma consciencia del uso de la serie como método de trabajo y del uso de la instalación como medio de expresión. Estos dos factores cambian por completo su forma de hacer, su forma de representar, la manera de entender el arte. Coincide en el tiempo con la serie que estaba elaborando para presentar en la tesis doctoral, basada en el libro “La poética del espacio” de Gaston Bachelard, en la que iba representando el espacio de la ciudad, en la serie que tituló «ESPACIO URBANO» (1984-1988) En ella, se centra en el estudio de métodos de creación plástica… Mostraba una visión de la ciudad: casas, calles, callejones, muros, puertas y rincones. Fue un proceso que le llevó  del espacio exterior al mundo interior. Le invadió  un interés por los lugares recónditos, cerrados, sótanos, escaleras que le conducían al lado profundo del ser humano, al escondrijo de los sentimientos, a los miedos ocultos. Fue entonces cuando descubrió  en el taller, que al juntar las esculturas que estaba creando, construía un espacio que le hablaba. Observó que las obras ya no aparecían como piezas individuales, sino que representaban una habitación que parecía habitada, un desván.

Y es, a partir de este encuentro casual, en mi taller, cuando cambió la manera de entender el arte. Cuando comienzo a trabajar con un medio de expresión, que el arte contemporáneo llama, instalación. A partir de entonces, la instalación me ayuda a mostrar mis emociones, mis dudas, mis pensamientos y mis reflexiones”.

Para Natividad Navalón, la instalación es una manera de darle voz al espacio. Donde ese espacio no es sólo el contenedor de piezas, sino que forma parte de la propia obra. Por tanto, esa instalación, esa obra será  irrepetible.

 “Porque al cambiar de espacio cambia la percepción que tenemos de las piezas. Las piezas transmiten cosas distintas según el lugar en donde las pongamos”.

La Serie  «EL PARAISO DE ALICIA»  (1988-1993) es una de sus primeras instalaciones. Se centra en intervenir en el espacio, alterarlo y transformar la imagen perceptual que, de  él se tiene. Esta serie parte del mundo de Alicia que nos muestra Lewis Carroll, en el libro de Alicia en el País de las Maravillas, pero también en el libro de Alicia a través del espejo.

«HISTORIA DE LO QUE NO SE SABE: FRAGMENTOS ATRAPADOS», 1989 fue la instalación que llevó a Madrid. “El patio del Centro Cultural Conde Duque en Madrid, el camino de acceso a la hemeroteca. El que atraviesan diariamente una gran cantidad de personas. Pues bien, en este caso también quería que hablara el patio, que llamara la atención al espectador, que contara su historia, aquella que no vemos con las prisas del día a día. Y que nos dijera: Aquí estoy yo”.

Esta idea de mostrar el espacio existente, el de enfatizarlo, el de descubrir su propia identidad, el hacerlo presente, y por otro lado, la idea de atrapar el reflejo, el jugar con el doble, van creando las bases de la serie en la que estaba trabajando y que da paso a «DE LA AUSENCIA Y DE LA MEMORIA», en 1990, para las becas Alfonso Roig, una exposición que se llevó  a cabo en la antigua Sala Parpalló  sita junto al Teatro Escalante de Valencia.

Y ya sumergida en ese mundo de Alicia, me presento al premio nacional de nuevos creadores con la obra más literal de la serie, diría yo, titulada: «FRAGMENTOS ATRAPADOS: MIENTRAS-TANTO», 1990 “Con esta obra intento atrapar ese espacio, ese momento, ese lugar de ensimismamiento, de encuentro interior, y lo intento, reteniendo una pequeña mecedora. Alicia acaba de levantarse, pero todavía está su calor, su presencia, elementos como el propio libro de Alicia o la llave que hay encima de una peque a mesa camilla, contextualizan la escena”.

Esta idea de soledad, de ensimismamiento que plantea, es la que recoge «LUGARES DE AUSENCIA» trabajo que presenta  en la Galería Salvador Riera, en Barcelona, en 1990, “…y que además de retomar la imagen de soledad reforzada por el reflejo en el espejo, introduce la idea de incomunicación, de inaccesibilidad, dos sillones se dan la espalda, uno nos mira descarado, el otro sigue un di logo absurdo consigo mismo. Es el deseo de convertir el espacio, en un lugar donde el momento se eterniza, se hace infinito, espacio, que pretende atrapar el instante donde sentimos pasar el tiempo como una caricia”.

«MORADAS ANÓNIMAS»  Es la serie que realiza entre (1994-1998) Reflexiona y hace un llamamiento sobre la marginación, la incomprensión, la constante lucha por la no-violación de la intimidad, que es precisamente la que nos va tejiendo el cerco, aludiendo a las primeras víctimas del SIDA.

Para ello planteo el uso de la repetición como recurso formal y metodología constructiva en el lenguaje de la instalación. Este recurso enfatiza los conceptos planteados y aumenta el sentido de orden, claridad o unidad gracias a la pregnancia o Gestalt que la repetición y el ritmo confieren a la obra”.

Esos lugares de aislamiento, se convierten en un grito ahogado en la obra LUGARES DE AUSENCIA: LUGARES DE INCURSIÓN, de 1993, “un intento de mostrar ese lugar de impotencia frente al falso deber de la incursión, la constante lucha por la no-violación de la intimidad, que es precisamente la que nos va tejiendo el cerco. Esta obra intenta mostrar los sentimientos humanos del que está  al otro lado, injustamente cercado. Esta obra hace referencia a los enfermos de SIDA”.

El siguiente proyecto que realiza, lleva por título «MAR DE SOLEDADES», pertenece a la serie Moradas anónimas. Este proyecto fue pensado e ideado para su ubicación en la Sala Proyectos, sala perteneciente al Museo de Arte Reina Sofía, que como sabéis fue un antiguo hospital. Todas las piezas están hechas para que encajen  en la pared de la sala.

Ese lugar acotado aparece aquí en forma de islas anónimas que a modo de una película pasan por la sala, convertida ahora en la pantalla de la vida y dando sentido al infinito. Aquellos espacios vacíos, oscuros, de soledad se convierten ahora en una distribución de lechos que invaden todo el espacio. Aparecen por el fondo, se nos acercan y desaparecen a nuestra espalda; lechos en los que memoria y ausencia yacen, dejando en la plancha de acero, la huella del calor del que lo ha habitado”.

«MI CUERPO: ALIVIADERO Y MIEDO»  (1996-2003) Nos propone revisar los arquetipos femeninos  Desde su condición y perspectiva como mujer. Desde su condición femenina, el cuerpo como lugar donde acontece la vida. Propone una revisión de los arquetipos femeninos, de la construcción cultural del género y de rituales o acciones asociadas a la mujer, con ello entra en la dicotomía público/privada que siempre ha separado las funciones y la actividad de hombres y mujeres.

Trato de reflejar la idea de un cuerpo marcado por la vida. La soledad de un ser que vive su proceso de transformación, dentro de ese cuerpo. Su elaboración supuso además, una investigación en los procesos de identidad, feminismo y estudios de género. Las piezas de la serie recogen los aspectos desarrollados en el estudio del tema con autoras como Virginia Wolf, Carmen de Burgos que es nuestra Simone de Beauvoir pero 20 años antes o Judith Butler”.

Sigue Natividad Navalón, “MI CUERPO: ALIVIADERO Y MIEDO plantea el cuerpo como sumidero o lugar donde acontece el encuentro con la vida. Ese cuerpo es la piel, el abrigo que nos protege, es el límite entre el corazón, nuestro corazón, nuestros sentimientos, y el espacio exterior. Todo lo que nos pasa, pasa por nuestro cuerpo, las cosas que expresamos, las manifestamos a través de él. “Es nuestro escenario de la vida: agresiones, visiones, sensaciones; la vida, la vivimos a través de él. Este cuerpo, mi cuerpo, y como tal femenino, es el que he querido mostrar, deformar, transformar, es el lugar donde he querido trasladar todo un mundo de dudas, de querencias, de cuestiones que llenan ese cuerpo de mujer”.

La instalación que sintetiza esta serie fue un proyecto que presente para el Centro Cultural La Beneficencia. Esta instalación también fue montada en el Museo de Arte Moderno de Viena, en la Sala Hércules del Palacio Lichenstain, es una sala de unos 400 metros cuadrados y de 14 metros de altura, es un salón de baile barroco y con un gran fresco en el techo con motivos a la mitología que nos relata la historia de Hércules.

En aquella enorme sala, decidí  colocar la instalación a modo de grupo escultórico, dispuesto en un gran círculo de plomo de unos 15 metros de di metro. Era tan fuerte el espacio, estaba tan cargado de significados, que competir con  él era imposible, sólo podía utilizarlo uniéndome a  él, aprovechándolo. Los puntales no podían llegar al techo y decid  que fueran las sombras las que unieran el techo con la escultura. Usé  unos cañones de teatro, los puse en el suelo y la obra creció hasta el techo. Esta vez, la carga histórica y cultural del techo, pesaba visualmente sobre la sociedad formada por el bosque de puntales, flotaba como una nube encima de ellos y los almohadones de terciopelo granates, barrocos ellos, eran otra vez oprimidos por la tradición, y la historia. La sala barroca de la  poca acogía una pieza barroca de este siglo, mi instalación. Esta instalación, hoy forma parte de la colección de arte contemporáneo del IVAM”.

En la serie  «SIN PEDIR PERDÓN»  (2000-2006) El estudio sobre procesos de identidad y arquetipos femeninos le han llevado a la interpretación de ciertos rituales o acciones asociadas a la mujer. Para ello, recurre a acciones dentro del  ámbito doméstico, como doblar, plegar, ordenar, coser, limpiar, cortar, atar, zurcir, etc., y el uso de materiales como la tela, el hilo, el lienzo o la aguja.

Esa visión más serena, en la que el trabajo rutinario se convierte en proceso ritual, de manera de autoconocimiento, de repaso de una historia, es recogida en el proyecto artístico que presenta en la serie Sin pedir perdón. Elementos cotidianos hacen alusión a un quehacer que la mujer realiza de manera sistemática, trabajo manual que deja la huella femenina, cuidadosa de lo hecho con cariño.

Labor repetitiva que en el continuo devenir de los días golpea en el interior y a modo de mantra le sirve para tomar conciencia de su ser. Coser, atar, cortar, utensilios de costura como la aguja, cremallera, imperdibles, o tijeras van creando las imágenes del modelo y facilitan la elaboración de las obras de esta serie. Esa mujer que impotente golpea, que con rabia sacude la ropa y con resignación la vuelve a plegar, ese clavar y dejar marcado, ese clavar y dejar colgado, ese clavar y dejar patente, presente un deseo, una rabia.

En esta serie la luz y el blanco lo llenan todo. El tamaño de las cosas vuelven a su tamaño natural, almohadas, puños, paños, etc., nos vuelve una mujer cercana a nosotros”.

En estos  últimos 10 a nos hemos vivido uno de los periodos más intensos, dinámicos y plurales respecto a la presencia de las mujeres en el arte actual. La 3ª  generación de mujeres con voz propia ha buscado expresar sus convenientes inquietudes y deseos. El trabajo de investigación realizado me permite obtener la Cátedra de Proyectos en la Universitat Politécnica de Valencia.

La instalación que da nombre a la serie SIN PEDIR PERDÓN, fue un proyecto para el Centro Cultural de Villa Gadea.  

En la serie  «DE MADRES A HIJAS»  (2007-2015) Natividad Navalón está inmersa en la narrativa femenina, plantea y esboza las relaciones entre madre e hija.  Este trabajo, recoge el papel de las mujeres que desde la soledad son transmisoras de un legado no escrito. En 2007 le propusieron que presentara un proyecto para realizar una exposición en el IVAM.

En esos momentos estaba inmersa en el tema de la mujer, en el que había estado trabajando en las anteriores series, pero un d a mi padre me llama y me dice que a mi madre le había subido a tensión y no recordaba nada. Es entonces, cuando me doy cuenta de la vulnerabilidad de mi madre, de la labor de transmisión, que ha ido realizando durante todo este tiempo, de que el legado va pasando de madres a hijas y se acerca el momento de tomar el testigo”.

Cuando inicio este trabajo comienzo a recoger escritos, cartas que me fueron escribiendo y enviando amigas, hijas de amigas, nietas de amigas. Todos ellos me sirvieron para darme cuenta de la sensibilización n en el tema, de la identificación de la mujer en algún momento de su vida con esta relación”.

En poco tiempo me vi inmersa en la narrativa femenina que, de alguna manera, plantea y esboza las relaciones entre madre e hija como fondo de la trama: como paso generacional, dentro del patriarcado o víctimas de tradiciones que, en muchos casos, todavía perduran. Autoras como Lisa See, Amy Tan, Isabel Allende, Soledad Puértolas, Elena Poniatowska, Diana Gabadon, Rosario Ferr , Laura Freixas, Almudena Grandes, etc.

Textos que recogen cálidas o reprochadoras cartas a la madre, el dolor de su pérdida o el descubrimiento del legado que perdura de madres a hijas y que a veces es tan doloroso transmitir”.

“Cada una de estas historias son un relato de cómo tantas veces las hijas enseñan a sus madres, del mutuo sentimiento de identificación, de cómo las diferencias generacionales se encuentran cuando se trata del sentimiento de soledad que tenemos durante nuestra travesía por la vida. Textos que nos muestran cómo a partir del reconocimiento de nuestras carencias podemos aprender a perdonar, y como el amor sobrevive a pesar de todo, en un lazo tan estrecho como el de una madre y su hija. Historias en las que sucumbía un amor por la vida, por dejar un legado, por pasar el secreto que todas las madres tienen el privilegio de pasar a sus hijas”.

Comienza entonces una nueva serie llamada «DE MADRES A HIJAS» en la que va a profundizar precisamente en esa relación entre madre e hija. Esta serie comienza con la exposición «LA MALETA DE MI MADRE» que expone en el IVAM.

Esa mujer a la que hago referencia, un día fue ni a y desde su niñez, su madre le fue transmitiendo sus valores, su legado. Cómo contar la historia no escrita que las madres transmiten generación tras generación. Esta exposición cuenta realmente ese tránsito por la vida y comienza con esa ni a que se mete de polizón en esa travesía”.

Ese lugar donde contar historias, donde aparecen los recuerdos. La imagen materna invade hábitos, recuerdos, sueños, dudas y terrores de la hija. Si la primera sala hace referencia a la niñez, la segunda nos introduce en la adolescencia, en esa relación más fuerte entre madres e hijas. Cada una de estas historias, son un relato de cómo tantas veces las hijas enseñan a sus madres, del mutuo sentimiento de identificación, de cómo las diferencias generacionales se encuentran, cuando se trata del sentimiento de soledad, que tenemos durante nuestra travesía por la vida. Dialogo entre las sillas madre e hija, que nos muestran, cómo a partir del reconocimiento de nuestras carencias, podemos aprender a perdonar, y cómo el amor, sobrevive a pesar de todo, en un lazo tan estrecho como el de una madre y su hija. Historias en las que sucumbe un amor por la vida, por dejar un legado, por pasar el secreto que todas las madres tienen el privilegio de pasar a sus hijas”.

La relación madre-hija, es una relación compleja, en ella se entabla una danza de amor, desamor y soledades. En el paso por la vida, las relaciones que establecen madres e hijas están llenas de amor y odio en dosis repartidas. Hay competencia. Hay reproches. Hay dolor. Es un proceso de búsqueda de identidad, asumir el género, asumir el yo.

La vida es un continuo transito, de niña a mujer, de hijas a madres, de aprendices de vida a preceptoras de legados. En esta travesía, llega un momento en el que nos convertimos, en madres de nuestras madres, media vida la pasamos aprendiendo y la otra media, poniendo en práctica lo aprendido, todo ello, forma parte del proceso para asumir la muerte.

Un día abrimos la maleta que nos pasaron y a la cual renunciamos, buscamos el espejo para encontrar nuestro reflejo, indagamos en nuestros designios, intentamos ordenarla y tenerla a mano, para cuando debamos entregarla. Es demasiado larga la vida para ir cargada de más. Recuerdos, indecisiones, sueños y fracasos, consejos, presencias, deseos, ilusiones, dudas y naufragios, la tristeza, ¿donde la pongo?

Ahora sola, ya no era una hija, ahora sólo era una madre, ten a que pasar el secreto que todas las madres tienen el privilegio de pasar a sus hijas. Ahora sola, empujadas al camino con el legado recogido y la maleta como compa era de viaje. En el pasaje todavía buscamos esa ni a que un día fuimos, esa mirada que ya no encontramos”.

A partir de ese tiempo amargo y salado, pero también dulce y sabroso que supone la travesía por la vida, plantea  la obra  «TIEMPO DE ARROZ Y SAL», En esta obra presenta el momento en el que la mujer busca una nueva identidad, intenta reconocerse como madre, ya no como hija.

Es el camino más largo: la educación, el cuidado de la familia, la soledad, al final, la infertilidad. Un gran barco de plomo de más de 6 metros de longitud, se extiende por el suelo hacia el final de la sala, va cargado con 900 toallas. Toda instalación se tiene que construir en el sitio. Siempre es un riesgo que no permite posibilidad de corrección.

El barco sigue navegando, y ni siquiera, tirando el ancla al fondo, detendremos el ciclo que se lleva algunos miedos y trae otros. Porque s lo navegando, se olvida que el ciclo es inexorable, que si aprendemos de mamá las primeras caricias ser  para dejarlas cuando nosotros tengamos que enseñar las nuestras. Al final, la transmisión del legado, la  última obra, el paso del testigo, no está  en nuestra misión seguir, se nos permite abandonar, ahora la hija toma nuestro relevo”.

En estos momentos, Natividad Navalón trabaja en una serie que se titula  «LE LLAMABA HOGAR PERO ERA TODO LO QUE ELLA TENÍA». El principio de siglo XXI, es un siglo marcado por el miedo, por la falta de valores, de creencias, por la falta de seguridad. Si hay alguna palabra que puede calificar nuestra  poca es la de indigencia. Vivimos en la pérdida de todo fundamento te rico, de toda verdad que sustente nuestra existencia. Nuestro suelo firme de creencias, que configuran el conjunto de seguridades que garantizan nuestra realidad ha estallado por los aires.

Han estallado los cánones, los códigos, los patrones, los dogmas y vivimos instalados en la posverdad, sin poder distinguir lo cierto de lo falso, lo claro de lo oscuro. Confusión, extravío, exilio, opacidad son las nuevas metáforas que definen nuestro tiempo. Mientras tanto vamos, como nómadas, a la búsqueda de la otra orilla, vamos, como náufragos, tras una nueva tierra s lida donde volver a levantar nuestra casa. Somos indigentes que mendigan una nueva verdad. Huérfanos y desamparados, nos hemos convertido en funambulistas del vacío.

En este contexto, nosotras como mujeres, vamos en busca no sólo de un mundo nuevo, sino de una nueva identidad. Transitamos de los viejos códigos a otros nuevos que están por hacer. La vieja casa de la madre se ha derrumbado y vivimos entre escombros, entre heridas del patriarcado que nos taladra la piel con las finas agujas del  deber ser. El pasado ya no cubre nuestras cabezas y esquivamos los caminos trillados de la vieja moral. Hemos de abrir nuevas vías en el hermetismo del caos. Tenemos que aprender a caminar a caminar solas para alcanzar un lugar más allá de toda violencia, de toda imposición, de todo orden. Queremos fundar un hogar propio, aunque sea hecho de desechos”.

«No lo llamaba hogar, pero era todo lo que ella tenía», sitúa el tema de la propuesta. Nos advierte del momento de duelo, de pérdida, de soledad, de desarraigo.

¿Alguna vez tuvimos un hogar?

La vida se encarga de enseñarnos la fragilidad de la tierra firme. A partir de esta premisa nos convertimos en náufragos, ya no sirven los patrones marcados. Nos sumergimos en la necesidad de peque as conquistas frente al caos, de la búsqueda de un refugio momentáneo frente a lo inhóspito. La vida de la mujer es la suma de peque as batallas. Una y otra vez construimos una morada donde sobrevivir. La necesidad permanente de conquistar. La búsqueda constante de la isla a la que asirse”.

Esta serie muestra imágenes de mujeres atrapadas en túnicas blancas que ocultan su identidad, túnicas que como lienzos inmaculados son heridos, marcados, invadidos, penetrados, una y otra vez, por punzones que atraviesan la piel mientras tejen la huella de la perdida, del dolor, de la desolación n. Iconos de mujeres que dejaron un legado no escrito en cada tiempo y en cada espacio. Mujeres anónimas, heroínas en una sociedad misógina.

A nosotras nos corresponde ejercitarnos en un nuevo modo de pensar: el descubrimiento de nuestros miedos y los fracasos de nuestra historia. Una puesta en cuestión de todo discurso”.

Este proyecto presenta un lugar de luchas y treguas en un campo de ausencia, de vacío, de mar, de inmensidad. La necesidad de encontrar una zona segura que mantenga juntas, sin confundirlas, la presencia y la ausencia.

La vieja casa se ha derrumbado, ahora nos queda ordenar nuestras dudas, plegar nuestras derrotas, apilar nuestros deseos. Un laberinto de caos como compa ero de viaje. Es preciso desmantelar la morada para poder volver a habitar de nuevo. Queremos fundar un nuevo hogar, aunque sea hecho de desechos”.

Las fotografías de esta serie no son una representación de la soledad, sino su misma sustancia.

Y sí lo al asomarnos al abismo descubrimos que el vértigo de vivir nos acecha, pero es el  único camino para salir del exilio, para cruzar la frontera. Se empieza a comprender que no se sabe vivir en soledad, pero tampoco inmersa en la sociedad de la mentira, de la posverdad. Somos conscientes de que por mucho que nos desesperemos ese camino lo estamos recorriendo solas”.

Nos dice Natividad  Navalón, “He perdido mi hogar, he perdido mi referencia, he perdido al padre y a la madre, a la hija, a mí misma, he perdido mi patria y mi matria. Seguridad, verdad, protección, dogmas, cimientos y fundamentos, se desvanecieron en una noche. Ahora es el momento de conquistar mi isla, en esa balsa calma que proporciona el reflejo donde mirarme para dibujar mi propia identidad. La búsqueda de un lugar donde yo me sienta yo.

A ti y a mi”

(1) Joan J. Soler Navarro, es Historiador del Arte. Editor de la Revista y Canal Sinergias Arte Visual y Escénico. Miembro de AVCA. Asociación Valenciana y Asociación Internacional de Críticos de Arte. Miembro del ICOM-UNESCO. Consell Internacional de Museos. Miembro del Colegio Oficial de Licenciados y Doctores en Filosofía, Letras y Ciencias de València, Sección Historiadores del Arte.

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